BOXEO

La formoseña Marcela Acuña sufrió en México el lema «si no la gana la empata» frente a Jackie Nava, en un fallo localista absurdo e inservible, que lo único que hizo fue realzar la imagen de la formoseña y desdibujar la de la azteca. Hoy la agasajan en la Legislatura Porteña. (Foto principal: La Tigresa Acuña fue despojada de una clara victoria frente a Nava).
Tendemos a ser a veces más papistas que el Papa, y en ese tren, a mirar la paja en nuestros propios ojos y no la viga en el ajeno.
Lo decimos porque la Tigresa Acuña acaba de empatar el sábado por la noche en Jalisco, México, frente a la ídola local, la “Princesa Azteca” Jackie Nava, en una pelea que de empate tuvo solamente lo que dos de los tres jueces mexicanos quisieron ver –uno le dio ganadora a la Tigresa 96-94-, incluyendo al propio público del estadio, que silbó el fallo y aplaudió a la formoseña al bajarse del ring. (NdeR: Erika Contreras y Miguel Morán dieron 95-95 y Humberto Olivares 96-94 a la Tigresa).
Ponemos el grito en el cielo cuando en nuestro país hay una terna de jueces y árbitro argentinos, pero eso sucede cuando las peleas son menores y de afuera viene alguien sin nombre, a buscar más la plata que el título, a veces sin figurar en el ranking siquiera –en el caso de las mujeres-, y gracias que le sancionan una pelea titular.
Lo importante es que luego gane el que lo merece, no importa quiénes fueran los jueces, y el límite tolerable es que el fallo sea localista sólo a pelea pareja, como en todo el mundo.
Aquí ha habido ternas de jueces argentinos que fallaron para el visitante –sin ir más lejos en enero, en contra de Fabián Maidana-, y otros extranjeros se han llevado triunfos históricos –merecidos o no- con jueces neutrales (caso Luis Ibarra ante Santos Laciar en el Luna Park).

Es más; a la misma Tigresa la han robado en su propia casa (en Córdoba) con jueces argentinos en el jurado, e incluso hubo casos en los que quien definió un fallo en contra de nuestro púgil fue un juez nacional (Oscar Seleme contra Rubén Pardo).
Raras fueron las veces en que un argentino se sirvió de esas extrañas mieles afuera, y se hizo costumbre que cuando se va a Estados Unidos los oficiales de ring sean rodos yanquis, como si a ellos sí se les permitiera el Don de la neutralidad natural.
Así y todo, nos quejamos más cuando la falta de neutralidad es nuestra, y hasta se ha instalado el preconcepto a nivel mundial de lo difícil que es ganar en tierra argentina a partir de algunos fallos aberrantes, que nuestra prensa se cansó de fustigar.
Pero andá a ganar en México. Y en Oriente. Y en USA, salvo que te manejen de allá o tengas “padrino”. Y en algunos lugares de Europa. O en Venezuela.
En todos los lugares es difícil ganarle al local o al hombre del promotor, sean los jueces de nacionalidad neutral o no. Lo importante es que su honestidad y criterio sean neutrales y honestos, no su lugar de nacimiento.
De todos modos, hay peleas y peleas para cuidar esos detalles. Rivales y rivales. Figuras y figuras. La Tigresa Acuña es una de ellas, un emblema del boxeo femenino a nivel mundial, una gloria demasiado grande como para que se la trate como a una principiante que va a jugarse una ficha.
Pero lo más absurdo es que no había nada en juego, ni títulos, ni defensas, nada. Peleaban en pluma –pactaron 55,500 para que ni la AMB ni la FIB les quitaran sus respectivas coronas gallo y supergallo ante un resultado adverso- y por si acaso encima dieron un empate, para que ni así alguien pudiera tener un motivo.
Es decir que simplemente se trató de una manía, de la costumbre intrínseca del fallo localista, del robar por robar, del proteger al suyo, del orgullo estúpido ante lo obvio, aunque tuvieron el pudor de estirarse hasta un empate. ¿O piensan que la propia Nava no se dio cuenta que perdió?
¿Se es más hidalgo, respetable y digno obteniendo un empate regalado que todo el mundo cuestionó? ¿No era preferible la corona de la decencia ante una derrota justa, si es que ése fuera el resultado más honesto? ¿De qué le servía este empate a una figura como Nava -a las puertas de su retiro-, más que el orgullo –que en realidad perdió- y el resultado frío sin respaldo científico ni consenso popular?
(Por Gustavo Nigrelli- Diario Popular).

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