FUTBOL

Arturo Bullrich Cantilo manejó el fútbol tras el golpe de Estado. Era primo de Alfredo Cantilo, que hizo otro tanto en la dictadura del ’76. Las semejanzas entre dos períodos trágicos. (Foto: Evita y Perón en la cancha de Racing).

La coincidencia no tiene registro periodístico alguno, que se sepa. Arturo Adolfo Bullrich Cantilo y Alfredo Cantilo eran primos. El primero fue nombrado interventor en la AFA tras el golpe contra Perón de 1955. El segundo presidió el fútbol argentino durante la dictadura cívico-militar del ’76 después de una votación amañada por el vicealmirante Carlos Alberto Lacoste.

De familias patricias y terratenientes, llegaron con 21 años de diferencia al viejo edificio de la calle Viamonte, construido en 1935. Hombres de cuna aristocrática y salidos del mismo arbol genealógico -la madre de Arturo y el padre de Alfredo eran hermanos- sus vidas están unidas como funcionarios deportivos por los dos gobiernos de facto más trágicos de la historia.

Del abogado identificado con Vélez que vio desde el palco oficial cómo Daniel Passarella alzaba la copa en el Mundial ’78, se conoce bastante más. Fue juez, miembro del Jockey Club y del Opus Dei y a diferencia de su primo había acumulado experiencia en el fútbol como presidente del Colegio de Arbitros.

Pero de su familiar se sabe mucho menos, acaso porque falleció en 1979 y su paso por la asociación del fútbol resultó efímero. En esta semana que se cumplen 65 años del derrocamiento del segundo gobierno justicialista, la historia de Bullrich Cantilo y las circunstancias que la rodearon explican con sus semejanzas y diferencias un hecho que se repetiría dos décadas después.

Las similitudes entre los dos primos se extienden a quiénes reemplazaron en sus cargos. Cecilio Conditti y David Bracutto eran peronistas y provenían del sindicalismo. Los dos fueron obligados a renunciar a sus máximos cargos en la AFA.

El primero provenía de ATE, había sido interventor por la CGT en un par de gremios y era socio vitalicio de Chacarita Juniors. Además, ocuparía el ministerio de Trabajo en el gobierno de Isabel Perón. El médico de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) que presidió el fútbol argentino hasta el 24 de marzo de 1976 había conducido a Huracán en su etapa más gloriosa. Cuando salió campeón en 1973. Fue el responsable de llevar a César Luis Menotti a la selección nacional.

Una vez refugiado Perón en la cañonera paraguaya el 20 de septiembre del ’55, los golpistas de la revolución Libertadora o Fusiladora -según la cuenten los verdugos o sus víctimas-, empezaron a ocuparse de los asuntos de Estado. Se propusieron borrar toda señal de identidad justicialista, desde la Constitución de 1949 hasta la mención del líder exiliado y su compañera Evita.

Para perseguir a los deportistas que simpatizaban con Perón se creó una comisión especial, la 49, entre muchas otras. No zafaron de ella los campeones mundiales de básquetbol de 1950. Tampoco el fondista Osvaldo Suárez, la tenista Mary Terán de Weiss, el remero Eduardo Guerrero y el esgrimista Fulvio Galimi, entre otros. El régimen tenía destinado para el fútbol un final de intervención.

El nombramiento de Bullrich Cantilo demoró hasta octubre. El lunes 10 asumió el cargo en la AFA. “La nominación de un integrante de una familia de la oligarquía porteña implicó, entre otras cosas, un notorio contrapunto con el perfil personal y social de los presidentes que la AFA había tenido durante el peronismo”, señalan en su libro Fútbol, pasión de multitudes y de elites (una detallada investigación sobre la historia de la asociación) el periodista Ariel Scher y el sociólogo Héctor Palomino.

En un santiamén, la entidad que había conducido Conditti hasta unos días antes, le daba la bienvenida al régimen en un comunicado que expresaba “su adhesión a los principios enunciados por el nuevo gobierno de la Nación, y el deseo de que el mayor de los éxitos corone su gestión”.

Bullrich Cantilo era un empresario nacido el 15 de junio de 1899 que pasó por los directorios de varias compañías: La Anglo Argentina Seguros, la Compañía Sudamericana de Seguros, Bormida SAICIF y Adolfo Bullrich y Cía Ltda. Además, integraba la Sociedad Rural Argentina, la Asociación de Criadores de Shortorn, la Corporación de Rematadores y había sido tesorero de la Bolsa de Comercio. Su principal y acaso único antecedente vinculado al fútbol era que condujo la llamada Liga Ferro-Bancaria de Foot Ball que reunía a equipos del gremio ferroviario y de las entidades financieras.

Ni bien comenzó el levantamiento de los militares y comandos civiles con la bendición eclesiástica, se detuvo el fútbol. La tarea de ablande había estado precedida por el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio que dejó centenares de muertos entre la población indefensa. El campeonato quedó suspendido entre el 11 y el 25 de septiembre. River ganó el título con clara ventaja sobre Racing, y daría la vuelta olímpica en la Bombonera después de vencer a Boca en el clásico 2-1 con goles de Labruna y Zárate, y Etcheverry para el local.

Hubo en esos días de bombas y metralla una historia de película. Benito Cejas, el goleador de Lanús, fue dado por muerto en un ataque aéreo a las tropas leales. Estaba haciendo la colimba y lo mandaron al Sur. Muy cerca de Coronel Pringles los Beechraft y Grumman de la aviación naval sublevada habían hecho estragos sobre su columna.

Se perdió en el bombardeo, lo confundieron con un alférez fallecido pero estaba ileso. Una semana después jugaría contra Boca y su equipo ganó 1-0 con un gol suyo. “En Lanús muchos creyeron que no había contado el cuento. Si hasta mandaron coronas a mi velatorio”, explicó años después «Poncho Negro», como le decían.

El interventor de la AFA apenas duró hasta marzo del año siguiente. Si había sido elegido para el cargo un aristócrata como él, solo podía entenderse por sus contactos políticos. Lo reemplazaría Raúl Colombo, docente y presidente del club Almagro que permaneció en la conducción del fútbol nacional hasta 1965. A Bullrich Cantilo lo sucedió un dirigente radical, igual que a su primo Alfredo, quien el 16 de abril de 1979 le dejó su puesto a Julio Grondona.

El directivo que por todo mérito futbolístico había conducido una liga de sindicatos antes de llegar a la AFA, se alejó para siempre de ese ambiente para volcarse a una pasión que lo seducía más: el turf.

En la década del ’60 llegó a escribir artículos en Clarín sobre el deporte de los reyes. En uno publicado el 12 de septiembre de 1969 (“Un balcón abierto sobre el pasado”) cuenta que había adquirido los terrenos donde ahora se levanta el hipódromo de San Isidro, pero que los reclamó en varias instancias judiciales sin éxito. Hoy lleva su nombre una carrera de 1.200 metros para yeguas de tres años y más en el hipódromo de La Plata: Clásico Arturo A. Bullrich, en homenaje a aquel interventor de la AFA. (Fuente: Diario Página 12).

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