RUGBY

Él lo habría expresado mejor que nadie. «Se les escapó la tortuga». Los Pumas tenían la obligación moral de rendirle homenaje a Diego Maradona, pero la cinta adhesiva negra que utilizaron en su manga derecha no estuvo a la altura. Fue en la previa del partido en que la Argentina de rugby cayó ante Nueva Zelanda por 38-0, en Australia, en el marco del Torneo Tres Naciones. (Foto- El capitán neozelandés, Sam Cane, ofrenda una camiseta negra con el nombre de Maradona antes del encuentro con la Argentina. Crédito: AP Photo/Rick Rycroft).

Para peor, el tributo de los All Blacks puso más en evidencia la falta de tino de los Pumas. El capitán neozelandés Sam Cane ofrendó a los argentinos una camiseta negra con el 10 en la espalda y la inscripción «Maradona» abajo. La depositó en la mitad de la cancha y luego todo el equipo le dedicó el tradicional haka, que fue cambiado especialmente para la ocasión por ocurrencia de TJ Perenara, el encargado de comandarlo. En lugar del más común Ka Mate, interpretaron el Kapa o Pango, que reservan para ocasiones especiales. Fue un momento de máxima tensión. Hasta los hinchas argentinos que habían empezado a cantar «olé, olé, olé, olé; Diego, Diego» hicieron silencio.

Desde el fallecimiento del 10, el miércoles pasado, han sido múltiples los homenajes que se le rindieron en todas partes del mundo y en distintas disciplinas deportivas. Al margen de cualquier cuestionamiento que se pueda hacerle o de diferencias que se pueda tener, es indiscutible que más allá de su talento Diego Maradona se encargó de dejar en lo más alto a la camiseta celeste y blanca cada vez que se la puso.

Un idilio que continuó ya retirado de la actividad acompañando cada vez que podía a cualquier seleccionado que representara al país. El rugby no fue la excepción y los Pumas lo vivieron en carne propia en el Mundial 2015, cuando los alentó durante el partido ante Tonga y luego festejó con ellos en el vestuario del estadio de Leicester City. Muchos de esos jugadores estuvieron ayer en el McDonald Jones Stadium, de Newcastle. En la semana, varios lo recordaron reviviendo ese momento en las redes sociales. Incluso Mario Ledesma, en la conferencia de prensa del jueves, con palabras sentidas y atinadas, destacó el valor que reviste Maradona para todo el deporte argentino. Afirmó también que iban a recordarlo de alguna manera.

Maradona merecía algo más que una cinta aisladora negra pegada en una manga. La rapidez con que los jugadores fueron perdiéndola en la intensidad de la batalla evidencia lo estéril de ese homenaje.

La responsabilidad de esta falta de tino recae principalmente en la dirigencia. Es ella la que debe estar por encima de estas situaciones ajenas al juego para que los jugadores puedan enfocarse en su rol. Consultado para LA NACION, el presidente de la UAR Marcelo Rodríguez, respondió con un comunicado: «Tener el brazalete negro es un gesto que sólo queda reservado para homenajear a muy pocos… Nunca debería dudarse del reconocimiento del rugby argentino al mejor deportista de la historia argentina. Alcanza con ver las redes sociales del seleccionado, de sus dirigentes, con escuchar las declaraciones de Mario Ledesma y de Pablo Matera o incluso con saber que vieron un fragmento de la película Héroes en una sesión grupal».

Una cinta adhesiva negra no alcanza. Se podría haber hecho infinidad de cosas más significativas y que al mismo tiempo no implicaran una distracción. Cuando falleció Jonah Lomu en 2015, los argentinos salieron a hacer el calentamiento previo con una remera con el 11 en la espalda. Cuando se hundió el submarino ARA San Juan en 2017, los Pumas cantaron el himno en pleno Lansdown Road sosteniendo una camiseta con el número 44.

Y si la decisión final fue de los jugadores, que habrían estado en todo su derecho, tanto más responsabilidad le cabe a la dirigencia. Tiene que haber alguien con autoridad para decir «esto se hace de esta manera».

Aun así, los jugadores tienen su cuota de culpa. Nadie puede dictarles qué sentir o dejar de sentir por Maradona. Pero especialmente los referentes deben tener la capacidad de sacar la cabeza y observar el panorama general. Muchas veces este equipo de los Pumas tiene la tendencia de cerrarse sobre sí mismo y aislarse del contexto con el fin de concentrarse plenamente en el juego. Hay cuestiones que atañen al vestir la camiseta de los Pumas que exceden a la ovalada. No son 15, ni 23, ni 45. Están representando al rugby argentino, y aun al deporte argentino. Hasta se podría haber capitalizado positivamente en forma de incentivo, como insinuó la prensa extranjera los últimos días.

Sin ir más lejos, es lo que hicieron dos semanas atrás cuando consiguieron la histórica primera victoria ante los All Blacks. Las dificultades que atravesaron para llegar a ese partido sirvieron como combustible anímico para ser mejores que los mejores del mundo. En la dedicatoria de todos los jugadores estuvo el padecimiento del pueblo argentino.

Eso sirvió, en un año muy difícil para la imagen del rugby a partir del asesinato a Fernando Báez Sosa, sucedido en enero, para exaltar los valores que cuando son canalizados adecuadamente entraña este deporte. Se perdió ahora una nueva oportunidad de seguir cimentando las bases. No por una cuestión de marketing, sino porque refleja cabalmente el sentimiento mutuo con un ídolo. Y porque corresponde.

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