(Por Gustavo Nigrelli) Pablo Corzo (FOTO IZQUIERDA) se destacó en un semifondo el último domingo por su personalidad extravagante y desfachatada. Comercial pero contradictorio con la esencia del boxeo.

Cerraba la velada boxística dominguera en Rosario, donde la Princesita Bermúdez retuvo su título mundial mosca jr de la FIB (KOT 9 ante Tamara Demarco) y el noqueador riojano José Rosa cortó su racha de KO ante Gustavo Reales, cuando una de las preliminares por alguna razón nos llamó la atención: Pablo Corzo vs Reinaldo Germán Alfaro. O según sus apodos, el Pacman contra La Bomba.

Los físicos, el look colorido del primero y un áspero saludo previo presagió un clima raro, que a los pocos minutos se declaró cuando Corzo, catamarqueño, ex Selección Nacional, e invicto en 3-0, 3 KO, adoptó una actitud canchera y sobradora. Pero más que eso, algo irrespetuosa sobre el ring, que se fue acrecentando con el correr de los rounds, a medida que imponía su dominio.

Fue KO 5, pero hubo una cuenta en el 2º para Alfaro, convalidada por la excelente actuación del árbitro Rolando Sandoval, que incluyó la cuenta de pie en el KO. En la primera, porque contó pese a que Alfaro quiso evitar la caída tras un uppercut agarrándose de las piernas de Corzo sin lograr engañarlo, y en la del 5º, porque entendió que debía contar y parar el combate, aunque la Bomba quiso especular y confundirlo al demorarse en dar el OK, lanzando además el protector bucal.

Excelente, Sandoval.

Pero lo que pasó en el medio es digno de repudio. El reglamento argentino tiene armas para combatirlo, o encausarlo, que a veces no es fácil aplicar.

Jamás se vio –que recordemos- en la historia del boxeonacional, una actitud como la de Corzo, burlona, sobradora, sacando la lengua –una vez se lo hizo Alfredo Horacio Cabral a Miguel Ángel Castellini en la batalla del Luna Park, pero había una gigantesca pica previa, y una razón conocida-, y no sólo la lengua, sino gestos, bailecitos provocativos hacia el rincón del oponente cuando fue decretado ganador, y hasta un grito de júbilo lleno de mofa ante su rival sentido, cuando el árbitro comenzó a contar en esa cuasi caída del 5º.

Haciendo memoria quizás podríamos recordar un poco a Naseem Hamed, alguna que otra de Muhammad Alí, y actitudes despectivas de otro soberbio (en todo sentido) como Wilfredo Gómez.

A veces El Roña Castro, aunque lo suyo era más picardía natural con cierta comicidad, no burla. Pastor “Vaca Mala” Maurín, tal vez, pero al igual que Castro, costumbres insolentes más de chúcaro que otra cosa, que al lado de lo de Corzo son simpáticas monerías de un bebé de pecho. Estamos hablando además de semejantes “nenes” que alguna espalda tenían, aunque estas licencias no posean dueños ni apellidos.

Si algo justamente enseña el boxeo es a respetar al rival. Con los saludos, los abrazos, el choque de guantes, el escuchar el fallo sin bajarse del ring ni protestar, y el dejar claro que ahí arriba no se está peleando en serio, sino ejerciendo un deporte, acatando reglas, órdenes, campanas, tiempos, zonas válidas de contacto, etc. Corzo pegó tras la campana más de una vez.

Por eso, el reglamento castiga actitudes desmedidas, gestos, burlas, ademanes, e impide hablar entre ellos. Lo hace a través de descuentos de puntos e incluso la descalificación si el exceso es importante. Corzo se excedió varias millas.

¿Habrá existido algún motivo que desconocemos, ya sea en el pesaje o en alguna otra parte? ¿Alguna palabra de más, o bravuconada, comunes en el boxeo? Tal vez. Pero nada justifica sus actitudes insistentes durante todo el combate, aunque en el final igual sellaron rispideces con abrazos, que sin embargo no borran ni atenúan todo lo que hubo de antideportivo, arrogante, e irrespetuoso.

Corzo fue echado dos veces por “indisciplina” del Seleccionado Juvenil, al que estuvo afectado para los JJOO de la Juventud en el Programa Buenos Aires 2018.

Cuando se dice “indisciplina” normalmente no se trata de haber llegado tarde a un entrenamiento, o de que contestó mal, o trasnochó. Tampoco de haber comido un poco de más. Suele tener otras connotaciones que no trascienden, y ser algo más grave que una indisciplina. Y si su conducta sobre el ring es ésa cuando su DT es precisamente su padre, es inevitable pensar que la cosa abarca a su entorno familiar, a un problema de educación de base donde todos pueden estar incluidos, aunque esperemos no sea así.

Tal vez su perfil alto lo lleve a grandes conquistas y lo haga atractivo a cierto tipo de público. Desde ese punto de vista podría servirle al comienzo. Pero si eso lo acompaña como sello distintivo, será una mancha para el boxeo primero. Quién sabe si también para su vida.

 

 

 

 

 

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