Sus roces con Maradona, la cena con un jefe narco en Colombia y los detalles de la goleada 7-2 que Boca sufrió con Central: la historia de Oscar Regenhardt . El ex futbolista y hoy formador de juveniles relató sus encuentros con Diego cuando lo cruzó con Unión de Santa Fe y Málaga de España, contó cómo fue jugar en Medellín conviviendo con el narcotráfico y repasó su faceta como descubridor de joyas en Boca, donde dirigió a la Primera en un olvidable partido en 2003-

***Regenhardt llegó a Formosa en 1991 para vestir los colores de Defensores de Formosa en el Torneo del Interior de Fútbol. Fue convocado por su comprovinciano Ricardo Benítez, quien se desempeñaba como técnico del conjunto policial. (FOTO: Regenhardt con la camiseta de Defensores de Formosa).

Nació y vive en el campo. Es su sitio en el mundo. Oscar Sabino Regenhardt no pierde su esencia lugareña pese al paso de los años. Su vida fue dedicada enteramente al fútbol desde que empezó a patear el balón en Recreo Sur, localidad situada a pocos kilómetros de la capital de Santa Fe, que en su niñez era conocida como Campo Crespo. Sus primeras andanzas fueron en el Club Atlético la Perla del Oeste, pero el destino lo pondría frente a frente con Diego Armando Maradona y su deporte predilecto lo haría vivir experiencias increíbles en el exterior.

El Colo hoy está calvo y se quitó la barba, aunque a fines de los 70 y principios de los 80 llamaba la atención por su melena rubia y barba tupida. Arrancó su carrera en las inferiores de Unión de Santa Fe, donde pasó por todas las categorías siendo un marcador central al que le gustaba salir con pelota dominada y lucía la cinta de capitán. Fue Juan Carlos Lorenzo quien descubrió su ductilidad para la defensa y otras posiciones. El Toto, de hecho, lo hizo debutar como marcador de punta en el año 75.

Aquel plantel tatengue contaba con figuras como el Loco Hugo Orlando Gatti, Leopoldo Jacinto Luque, el Chapa Rubén Suñé, Miguel Tojo y Ernesto Heber Mastrángelo. Del Toto Lorenzo guarda el mejor de los recuerdos: “Te podía tocar la puerta de la habitación a las 2 de la mañana mientras dormías para darte indicaciones de cómo había que marcar al delantero rival al día siguiente. Era un adelantado, hacía regar las canchas y dejaba el pasto largo con el calor y la humedad que había en Santa Fe”.

Lorenzo era un personaje idolatrado en Unión. Lo graficó Regenhardt con una anécdota: “En un partido recibió un pelotazo en la cabeza por un rebote en la pared. La pelota le quedó picando al lado y, de caliente, le metió tal voleo que se le salió volando un zapato. Tuvo que entrar a la cancha descalzo para agarrarlo mientras la tribuna se venía abajo cantando ‘Y dale Toto, dale dale Toto, y dale Toto, dale dale Toto’”. Tan alto era el grado de confianza con Gatti y Mastrángelo (quienes después se embarcaron con el DT en su aventura en Boca) que sus dirigidos le escondían los papeles que guardaba en su característico saco azul donde tenía distribuidas ordenadamente en cada bolsillo las indicaciones para las pelotas paradas a favor y en contra: “¡Locooo! ¿Dónde están?”, solía recriminarle al arquero frente a las carcajadas del resto.

DE MARCAR A MARADONA CON UNIÓN A HACERLO EN MÁLAGA DE ESPAÑA

Antes que Diego fuera transferido a Boca, brilló siendo capitán y figura de un Argentinos Juniors que derrotó al Unión capitaneado por Regenhardt a fines de los 70. En el momento en que se tomaron la foto con los árbitros previo al match, el santafesino le pidió intercambiar su camiseta. Su deseo se perdió en la vorágine de la acción y se sepultó por la bronca de la caída por 4 a 2. Sin embargo se sorprendió cuando golpearon la puerta del vestuario y divisó a un Maradona que le dejó la número 10 del Bicho y se despidió.

Ya con la camiseta azul y oro, el Xeneize dirigido por Silvio Marzolini visitó a Unión en Santa Fe por el Metropolitano 81 y Regenhardt fue ordenado por Carmelo Faraone para hacerle marca personal al Pelusa: “‘Jugá un partido aparte con Diego’, me dijo. A mí me temblaban las gambas, podía ser un antes y un después. No lo podía dejar ni recibir pero tampoco le podía pegar porque me iban a echar. A los número 10, cuando les decís algo y los marcás de cerca, se fastidian, no les gusta. Como yo lo conocía y ya me había regalado su camiseta le dije a Diego de entrada ‘lamentablemente te tengo que hacer marca personal; te voy a agarrar, tratar de anticipar y fastidiar pero no te voy a romper, quedate tranquilo’. No le gustó ni mierda, pero la verdad no le dejé hacer ni una jugada, le respiré en la nuca todo el partido, el equipo anduvo muy bien y les ganamos 2 a 0”.

Evidentemente otra cosa le había quedado grabada en la retina a Maradona, que en el libro Yo soy el Diego de la gente repasó brevemente aquella caída de Boca con el Tatengue: “(…) Otra vez arrancábamos, parecía… Hasta que chocamos contra Unión, en Santa Fe. Digo chocamos y es en serio, ¿eh?, ¡las patadas que me pegó el rubio Regenhardt!”.

El Málaga de España compró el pase de Regenhardt luego de una gira que Unión y Talleres de Córdoba realizaron en Melilla en 1981. A mediados del 82, durante el Mundial que se celebró en España y que fue negativo para Maradona (fue expulsado contra Brasil en la segunda ronda), el Colo se sumó al club andaluz y enseguida se enfrentó otra vez con su compatriota, que ya era figura del Barcelona. “¡La puta que te parió, Oscar! ¿Hasta acá me vas a seguir?”, exclamó Diego cuando se cruzaron en La Rosaleda. Sin embargo esa tarde no hubo marca personal, Regenhardt jugó de líbero y el Barça se floreó con un 4-1 (Maradona anotó el último tanto y el argentino Fernando Rodríguez marcó el del dueño de casa). “Al técnico le dije que le pusiera una marca encima; no lo podíamos parar”, rememoró. Más que por aquel resultado negativo, a Regenhardt le quedó gusto un amargo por el robo de las dos camisetas de Diego que sufrió (le quitaron la de Argentinos y también la del Barcelona que le había dado tras ese partido). (FOTO: Regenhardt junto a Maradona y Gutierrez, en un Malaga- Barcelona).

Fue en el 82 cuando Maradona probó la cocaína, según él mismo contó en más de una ocasión. En Europa las salidas nocturnas se hicieron incontrolables pero muchas de sus andanzas se cubrían y no salían a la luz, al igual que sucedió cuando vivió en Nápoles. La olla se destapó mucho tiempo después aunque Regenhardt aseguró que en aquel momento ya existían rumores sobre el entorno de Diego: “Había comentarios, por lo bajo ya se decía lo que más tarde se confirmó. Es un terreno en el que no me quiero meter. Yo me quedo con el tipo crack que le daba de comer en su casa a los argentinos que no tenían un peso para volverse al país. Fue monstruoso. Si le pedías prestados 10 mil dólares, te los daba y no te los reclamaba más”.

En un mundo no tan globalizado como el actual, a Argentina llegaban apenas algunos goles del astro mundial del fútbol con el Barcelona. Sin embargo Regenhardt supo ser figura del Málaga y la liga española, donde recibió el premio a mejor jugador extranjero en la temporada 83/84. Incluso integró el seleccionado de figuras internacionales en un amistoso contra la selección española realizado a beneficio de las víctimas de una inundación en Valencia a fines del 82. Con él jugaron el camerunés N’Kono, los argentinos Juan Barbas, Mario Kempes y Jorge Valdano, el alemán Bernd Schuster, el danés John Lauridsen, el mexicano Hugo Sánchez, el holandés Johannes Metgod y el austríaco Kurt Welz. Maradona faltó ese día porque estaba en plena rehabilitación por la fractura de su tobillo izquierdo. “Ganábamos 3-1 en el entretiempo y nos pidieron que aflojáramos. Bajamos un poco la intensidad porque era un partido a beneficio, pero no nos quisimos dejar perder y terminamos 3-3”, dijo el ex defensor.

VUELTA A ARGENTINA Y EXPERIENCIA CON NARCOS EN COLOMBIA

A Regenhardt le quedaba un año de contrato en Málaga pero las ganas de volver a Argentina pesaron más en la balanza que las de permanecer en Europa. El presidente de Unión Rubén Caprio lo convenció de regresar aunque luego no le cumplió: “Me prometió el oro y el moro y no me pagó un centavo. No cobré una prima. Le regalé 20 mil dólares. Cuando ahora me ve, mira para otro lado. El tonto fui yo, cometí el error de volver”. Su sentimiento tatengue pudo más. El otro club que lo hubiera movilizado para emprender el retorno era Boca, reveló. En conflicto con la dirigencia, armó las valijas y firmó en Independiente Medellín a los pocos meses.

Antes de su debut, el Colorado le pidió una semana de adaptación a su entrenador. Durante sus primeras horas en Colombia sonó el teléfono de su habitación y del otro lado de la línea estaba el reconocido relator Wbeimar Muñoz, eminencia del periodismo deportivo cafetero de esa época. “Yo ni sabía quién era, me pasaron el teléfono y este me preguntó si yo había ido a jugar al fútbol o a pasear. Me agredió. Le dije que él no me iba a decir lo que yo tenía que hacer y le corté. Me mató durante toda la campaña”, repasó su primer convulsionado capítulo colombiano. Ya en cancha pudo remontar su imagen y hasta convirtió el gol que clasificó al equipo al octogonal final por el que fue llevado en andas y hasta recibió una plaqueta de parte de la hinchada.

Los dólares del narcotráfico pasaban de mano en mano a fines de los 80, sobre todo en una Medellín donde reinaba Pablo Escobar Gaviria, que estaba identificado con Atlético Nacional. Por su importante gol, Regenhardt fue invitado a cenar por el dueño del club a su hacienda: “Me mandaron una limusina y me llevaron a comer. No me acuerdo dónde era, en lo alto de la montaña, andá a saber. Sé que pasamos como tres tranqueras donde había unos guardias morochos de 2 metros de altura con armas larguísimas. Seguro el tipo estaba vinculado al narcotráfico porque así se manejaban los clubes. La casa era una locura, una quinta de esas que se ven solamente en las películas. Un nivel terrible, todo grande, muchos árboles, mucho verde, ventanas, habitaciones, jarrones, lo que se te ocurra”.

Era normal que estos “dirigentes” se acercaran a los entrenamientos semanales para incentivar económicamente y premiaran al plantel por los buenos resultados. Llegaban con un fajo de 3 mil dólares y lo repartían. Luego, se esfumaban. No tenían más contacto ni relación que esa. “Ese tipo todavía me debe mil dólares que me había prometido por hacer el gol de la clasificación al octogonal. Nunca me los pagó, ja”.

Las miel ofrecida por los narcos podía convertirse en hielo de un momento a otro. Dos violentas historias reflejan lo que se vivía día a día en Medellín: “Un día íbamos en remís al aeropuerto con mi señora y sentimos una balacera impresionante que nos hizo tirar abajo del asiento. El chofer seguía manejando como si nada, nos dijo ‘no se preocupen, esto es normal acá’. No lo podía creer, se estaban cagando a tiros en la calle y el tipo como si nada”. ¿La otra? “Concentrados con el equipo, bajamos algunos jugadores a la planta baja del hotel y sentimos el ruido de una ametralladora. Había un tipo en la puerta esperando el colectivo y otro al que le habían pegado un balazo, tirado en el piso. Dijeron que era un profesor de escuela. A mí no me daban las patas para subir a mi habitación de nuevo”. Pese al sangriento hecho, a Regenhardt le quedó un bello recuerdo de Medellín, “la ciudad de la eterna primavera” que “si tuviera mar, sería perfecta”.

Finalizado su vínculo en Colombia volvió a Argentina y estuvo cerca de firmar en Atlético Tucumán, pero en medio de las negociaciones le cambiaron los números, rompió el contrato y pegó el portazo. Su vida profesional terminó allí, en el año 88. Solamente se dio el gusto de jugar torneos regionales en Atlético Baradero y Defensores de Formosa, aunque fueron más bien para estirar la agonía del retiro que otra cosa. Atlético Sastre de Santa Fe también le abrió las puertas. Allí militó dos años antes de que le ofrecieran ser entrenador del primer equipo. Rechazó la oferta pero presentó un proyecto para trabajar en las inferiores. Hizo méritos durante años y sus buenas referencias como formador llegaron a oído de Jorge Bernardo Griffa, quien lo visitó a fines del 95 justo antes de pasar de las juveniles de Newell’s a Boca.

En 1996 la historia de Boca cambió con el arribo del Maestro Griffa a sus inferiores. Y Regenhardt fue su ladero. Juntos descubrieron a Carlos Tevez, Fernando Gago, Éver Banega, Sebastián Battaglia, Nicolás Burdisso, Omar Pérez, Christian Giménez, Mauro Boselli y Nicolás Blandi, entre muchos otros que dejaron millones y millones de dólares a las arcas del club.

UNA GOLEADA CATASTRÓFICA CONTRA CENTRAL

El Boca de Carlos Bianchi acababa de consagrarse campeón de la Libertadores contra Santos y se había quedado sin chances en el Torneo Clausura que se adjudicó River en la anteúltima fecha. La victoria del Millonario contra Olimpo en Bahía Blanca hizo estéril a la del Xeneize ante Independiente en la Bombonera. Para cumplir con la agenda, el cuadro del Virrey tenía que cerrar el campeonato en Rosario contra Central. En la Ribera pidieron adelantar el encuentro para que no coincidiera con los festejos del título continental en la Bombonera, pero la AFA y el club rosarino se plantaron para disputarlo ese mismo domingo por la tarde.

“Yo estaba volviendo en micro a Santa Fe después de la jornada de inferiores y me llamó Bianchi: ‘¿Dónde está? Váyase para Rosario directamente para dirigir mañana al equipo’. Llegué a Santa Fe, me bañé y preferí irme a Buenos Aires de nuevo para viajar con el grupo a Rosario. Carlos me dio el equipo, armó la lista y me dijo que los cambios los hiciera yo según cómo fuera el partido”, detalló Regenhardt, que tuvo que vestirse de bombero aquella vez. Carlos Toti Veglio era el entrenador de la Reserva y el Virrey pretendía que participara de los festejos con el plantel profesional. Por eso delegó la tarea al entonces técnico de la Cuarta División.

Aquella tarde Boca alineó a Gustavo Eberto; Raúl Osella, Joel Barbosa, Federico Carballo, Víctor Magnano; Leonardo Verón, Matías Silvestre, Juan Pablo Caffa; Jonathan Fabbro; Mauro Boselli y Héctor Bracamonte (ingresaron Pablo Álvarez, Víctor Ormazábal y Edilio). “Ninguno pensó que podíamos comernos 7 goles porque si bien teníamos todos pibes, era un buen equipo. Nos llegaron 9 veces y nos hicieron 7 goles. Cada desborde y centro a (Luciano) Figueroa era gol. A veces pasan estas cosas”, comentó con un dejo de amargura.

Hubo un detalle que no pasó inadvertido por el Colo en aquel cotejo entre profesionales y amateurs: “No me gustaron algunas cosas que dijo (Miguel Ángel) Russo durante el partido. Les gritaba a sus jugadores que si podían hacernos 10, que nos hicieran 10. Le levantaba las manos a la gente… Pensé que en el entretiempo (iba 4 a 0) iba a pedir que hicieran correr la pelota teniendo en cuenta que Boca tenía pibes, pero querían sacar goleador del torneo a Figueroa (marcó 5 goles ese día y terminó como máximo artillero con 17). Así y todo no me arrepiento de haber ido a poner la cara”.

Ante la llegada de Coqui Raffo a Boca como coordinador de juveniles en 2012, el Choclo Regenhardt arribó a Entre Ríos para ser manejar las inferiores de Patronato, donde durante seis años profesionalizó un área con grandes carencias deportivas y de infraestructura (el equipo de Paraná ascendió a Primera en 2015 y sufrió una gran reestructuración a nivel interno). Desde conseguir colchones y una televisión para la pensión de los chicos a tomarse un domingo para arreglar camas con la agujereadora de su casa. Y obviamente enfocándose en el fútbol y la captura de jóvenes promesas. Así fue que surgió la última joya que luego llegaría a Boca: Luis Vázquez.

De la mano de Nicolás Burdisso (manager en el último año del mandato de Daniel Angelici) retornó a Boca en 2019 pero fue cesado a fin de año cuando Jorge Ameal ganó las elecciones y Juan Román Riquelme se hizo cargo del Consejo de Fútbol: “Veníamos haciendo bien las cosas, habíamos visto 44 mil pibes, pero ya está. Están en su derecho de no querernos, pero lo que molestó fue la forma, la falta de respeto, cómo lo informás. Ni a mí ni a los muchachos que echaron nos dieron derecho a réplica ni nada”. Raúl Cascini fue quien le comunicó telefónicamente su salida sin mediar muchas palabras. A Regenhardt le quedaba un año de vínculo (al igual que a Burdisso) y estaba recién operado por un cáncer de piel. Así y todo descartó la posibilidad de hacerle juicio a Boca: “El club no tiene la culpa, hay que ver quién maneja al club. Si yo quería, podía hacerle quilombo, pero no me manejo así. Me hubiera gustado que me dejaran cumplir mi año de contrato considerando mi experiencia, al lado de un coordinador. Yo no iba a tirar para atrás o iba a hacer las cosas mal por ellos. Si pensaban así, están equivocados. Me quedó esa espina pero mi historia en las inferiores de Boca no la puede borrar nadie”.

Si bien el año pandémico le hizo disfrutar de su familia y amigos en Santa Fe, tiene claro su deseo de seguir en el ruedo. Hoy aguarda por otra oportunidad (siempre ligada al ámbito de inferiores) y se ilusiona con formar un proyecto en su querido Unión, con el que está identificado y hasta tuvo alguna charla en el último tiempo: “Mucha gente me pide porque me conoce y sabe de mi experiencia, pero a veces la política está por sobre lo deportivo. Yo no tengo ninguna camiseta política, solo la de Unión. Si no se da acá, será en otro lado, pero me encantaría trabajar en el club”.

***Apunte del periodista Alfredo Domínguez quien cubrió la campaña de Defensores de Formosa en esa temporada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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